Después de ese día cogí un pequeño constipado. Suelo coger uno al año y esa es la única vez que me pongo enfermo, afortunadamente. Cuando me constipo hay tres fases:
- Empiezo a notar que algo no va bien en mi aparato respiratorio. Sé lo que se viene, pero rezo por que sea una falsa alarma. Incremento mi consumo de líquidos, a ver si cuela. No cuela, y al día siguiente me despierto con el primer trancazo.
- Durante dos o tres días estoy muerto. No muerto en realidad, porque el resfriado común no le impide a nadie seguir con sus quehaceres diarios, pero me cuesta un montón levantarme. Lo peor es despertar con todo el mocamen acumulado y sonarse, y sonarse, y sonarse, y parece que nunca acaba. A lo largo del día la cosa va mejorando, pero es una puta mierda igual. Cuando el trancazo sólo afecta a un orificio nasal y estoy en casa me gusta bloquearlo con una bola de clínex, como si tuviese que detener una hemorragia. No entiendo la razón, pero respirar así se me hace más llevadero. Luego me voy a la cama deseando que ese día sea el último día de calvario. No lo es, y el ciclo vuelve a comenzar.
- Noto que los síntomas empiezan a remitir. A veces no lo noto y simplemente lo interpreto como una tregua cuando en realidad es una victoria, pero las últimas veces sí que lo he notado. Esto suele suceder el cuarto o el quinto día. Ahora estoy en esa fase. Mañana todavía que me quedará algún resquicio y todavía tendré que sonarme la nariz alguna vez, pero llegaré bien al fin de semana.
Llevamos diez días de 2018 y no he hecho nada. Pero eh, he estado malito, así que no cuenta. El año empieza ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario